El hombre sin rostro: comprendiendo la invasión rusa a Ucrania

Mucho se ha escrito, tuiteado y compartido acerca de la invasión que actualmente adelanta Vladimir Putin y el ejército ruso en Ucrania. Una invasión que a la gran parte de su infantería fue disfrazada como entrenamientos militares y otra se le vendió como un acción de liberación del pueblo ucraniano[1], que internacionalmente ha sido vendida como un proceso de protección frente a un Estado vecino militarizado e influido por la ideología nazi[2] y que ha sido rechazado por un gran porcentaje de la población rusa la cual, como en todos los gobiernos autoritarios está siendo reprimida y silenciada[3].

Exceptuando a Tony Stark, no hay personas que se vuelvan expertos en un tópico después de una sola de estudio y esta invasión no es la excepción. Por tanto, para poder hablar con propiedad de sus causas históricas, políticas, económicas y sociales sería necesario documentarnos acerca de la historia de Rusia y Ucrania de los últimos mil años, por lo menos. También es necesario conocer al hombre detrás de este acto de barbarismo, Vladimir Putin, quien ha dirigido Rusia directa e indirectamente durante todo el siglo XXI.

Haciendo honor a su carrera en la policía secreta soviética (KGB) rebautizada FSB después de la disolución de la Unión Soviética en 1991, Putin ha sabido escoger de forma cuidadosa la información personal que le interesa que se conozca: hijo de un héroe soviético, ardoroso estudiante, rebelde cuasimatón que constantemente recurría a los puños para defender sus principios y a sus amigos, agente secreto y posteriormente burócrata incorruptible.  

El libro de Masha Gessen (n.1967) The man without a face” ofrece una oportunidad de acercarnos al más misterioso de los políticos complementando esta visión parcializada y posiblemente falsificada con los hallazgos de investigaciones periodísticas. Esas que pusieron su vida en riesgo muchas veces y que les costó la vida a tantos otros. 

Una crítica constante a este libro[4] radica en que se concentra en los hechos más oscuros de su vida dejando de lado aspectos estructurales positivos. Pero un potencial crecimiento en la economía rusa o una posible estabilización en otros indicadores macroeconómicos no bastan para cubrir el rastro de sangre y la malversación de fondos rusos que este dictador ha llevado y continúa llevando a cabo[5]. En este sentido, este es un libro absolutamente necesario y esclarecedor.


En este libro Gessen desmitifica a aquellos que justifican las acciones de los adultos en los sufrimientos de su niñez. Vladimir Putin no perteneció a la aristocracia rusa (léase altos miembros del partido comunista soviético) ni tuvo lujos en exceso, sin embargo, nunca careció de pan, techo y amor fraternal. Además, acostumbrado a tener ingresos significativos desde la adolescencia, siempre prefirió adornarse de lujos que mejorar la condición económica de sus progenitores.

Desmiente también las historias sobre sus acciones en la policía secreta soviética, siendo la única acción destacable convencer a una estudiante universitaria colombiana en Alemania del Este, de contactar a un soldado americano el cual le vendió documentos secretos en 800 marcos. Nada destacable para el aura de misterio que él se ha impuesto y que en Occidente han replicado. Después menciona su regreso a una Unión Soviética que se derrumbaba bajo su propio peso y su asocio con Anatoli Sobchak, primer alcalde electo de San Petersburgo y aliado del primer presidente electo de Rusia, Boris Yeltsin. Sería este, junto con el magnate ruso Boris Berezovsky quien pensaría en Putin para suceder a Yeltsin en su último mandato en 1999.

Esta elección radicó en el aura de incorruptibilidad de la cual supo cubrirse Vladimir Putin, además de su apariencia de persona enérgica, curiosa pero al fina poco inteligente y por lo tanto manejable que supo proyecta y la cual claramente era una fachada bajo la cual se escondía el dictador en potencia que poco después dejó salir a la luz. El hombre sin rostro es en esencia un producto de la Unión Soviética, y como dice la autora, un descreído de la ideología comunista pero fanático de la institución de la cual hizo parte, la KGB y a partir de la cual ha moldeado la estructura del poder ruso.

Además, a pesar subir al poder en elecciones populares, es escéptico de la democracia y a través del tiempo ha sabido suprimirla nombrando directamente los presidentes de los sujetos federales rusos, estableciendo trabas a la inscripción de partidos políticos, persiguiendo posibles contendores y amañando los resultados electorales. De igual forma, a pesar de su discurso de reformas económicas, justicia e igualdad, ha convertido a Rusia en una estructura económica que beneficia a unos pocos y todos sus amigos.  

Gessen hace un recorrido por la desaparición de recursos destinados a combatir la escasez de alimentos de San Petersburgo en la década de los noventa, la exigencia de sobornos a magnates rusos que hicieron fortuna después de 1991 y la desviación de donaciones realizadas para aliviar las condiciones de la población rusa en general (uno de estos donantes fue Román Abramovich, actual dueño del equipo inglés de fútbol Chelsea). Solo estos recursos bastaron para hacer de Vladimir Putin, desde mediados de la década de 1990, una de las personas más ricas de Rusia. La fortuna amasada por Putin queda en evidencia en la ingente inversión destinada a su mansión en el Mar Negro (más de mil millones de dólares)[6].  

Además, documenta la autora las acciones realizadas de forma casi inmediata a su llegada al poder: la nacionalización de los medios más importantes de comunicación y la persecución a periodistas que persistían en su oficio de forma independiente. Hace un recuento pormenorizado de las misteriosas muertes de políticos opositores, antiguos aliados y periodistas, de los cuales menciono algunos: Politkovskaya, Shchekochikhin, Yushenkov, Sobchak, Litvinenko, Magnitsky, Starovoitova, entre muchas otras personas. Expone también el exilio, encarcelamiento de magnates y la posterior nacionalización de sus empresas. Este rastro de sangre dirige a Vladimir Putin y lo condena.

Finalmente, se señalan también varios capítulos oscuros del gobierno de Vladimir Putin que presagiaban la invasión que ocurre actualmente y que las potencias occidentales ignoraron durante por lo menos diez años, concentradas como estaban, en combatir al terrorismo del Islamismo fundamentalista. Algunos de los eventos que a través del miedo permitieron consolidar el control férreo que Putin ejerce actualmente sobre Rusia fueron:

-        La serie de atentados terroristas que tuvieron lugar en Rusia a finales de los noventa y de los cuales la autora proporciona evidencia que vinculan a la FSB[7].

 

-        El brutal manejo de la guerra de Chechenia y la negación de su independencia[8]. Sobre este hecho Gessen se expande en las numerosas violaciones a los Derechos Humanos cometidos por el gobierno de Vladimir Putin. Es justamente esta república, a la cabeza de un presidente títere impuesto por el soberano de Rusia, la que ha enviado batallones temidos por su ferocidad, a combatir al ejército ucraniano[9].

 

-        Las misteriosas tomas de rehenes en un colegio de Beslán en 2004 (masacre de Beslán[10]) y en el teatro Dubrovka de Moscú en 2002[11] los cuales dejaron numerosos rehenes muertos por la brutalidad en el accionar de las agencias de seguridad rusas. La autora también presenta evidencia que apuntaría a una complicidad entre el gobierno ruso y los secuestradores, separatistas chechenos.

  



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